Nada mejor que aprovechar, tomarse un tiempo para disfrutar de una buena copa de vino y escuchar esa canción o disco que tanto nos gusta y sentir un universo de sensaciones únicas y placenteras.
El vino y la música están vinculados a través de letras de canciones y de los estímulos sensoriales que se combinan para favorecer la degustación de un determinado tipo de vino. Ambos parten de algo tan simple como un racimo de uvas y siete notas musicales para convertirse en creadores de emociones, enaltecedores de alegrías o resaltadores de amarguras, ofreciendo a quien los disfruta todo un mundo de sensaciones que merecen analizarse. Son dos regalos de la vida que habitualmente se prestan a combinar bastante bien.
El conocimiento sobre vinos está muy ligado a la apreciación de la buena música. A medida que uno madura, aprende a beber mejor, y sucede lo mismo con la música. Si bien no es una teoría irrefutable, es muy dificil ver a un joven escuchar jazz o música clásica mientras bebe un buen vino. Y no es lo mismo tomar un vino en un lugar ruidoso que hacerlo acompañado de una música adecuada y tranquila. La edad y las costumbres terminan siendo estereotipos bastantes concretos.
Recientes estudios, además de demostrar que la música incide en nuestra percepción del sabor del vino, establecen que hay un tipo indicado para disfrutar mejor cada vino. Ya era sabido que afecta el comportamiento, pero esta es la primera vez que es científicamente demostrado que la música afecta la percepción en otros sentidos y puede cambiar el sabor que sentimos del vino. La investigación de la Universidad de Heriot Watt, Edimburgo, demostró que con música fuerte y poderosa el Cabernet Sauvignon se percibe “un 60 % más fuerte, rico y robusto que cuando no hay música en el ambiente, mientras que si queremos degustar un Merlot, la mejor opción es escuchar soul o jazz, un Chardonnay queda mejor acompañado con pop o música funcional y para música clásica, nada mejor que un Syrah.” No faltaron detractores que argumentaron que los gustos suelen ser muy subjetivos para afirmar todo esto.
Más resultados de esta investigación, es que confirman que la música influye en el gusto y podrían tener una muy buena influencia para la música funcional en los restaurantes. Como dice el editor de Wine Spirit Magazine, David Williams, “Quizás algún día al lado de la carta del restaurante nos pongan la música con la que nos gustaría acompañar el vino”. Sería algo glorioso, pero salvo algunas excepciones, por ahora somos nosotros los responsables de preparar un entorno acorde a nuestra selección enológica y musical.
Maridando vino y música, se estimula la producción de endorfinas, esas hormonas que son las responsables de que disfrutemos las cosas que nos dan satisfacción. Solo nos queda encontrar un buen vino para hacer que la música que suena nos parezca mejor y vivir nuestra propia experiencia. Y en lo posible, compartirla y transmitirla. Ahora bien, ¿Ud. con qué estilo de música maridaría un Tannat Reserva Garzón?