“…El vino mueve la primavera, crece como una planta la alegría, caen muros, peñascos, se cierran los abismos, nace el canto…” citar un segmento de la Oda al vino de Pablo Neruda es una excelente elección para introducirnos en esta oportunidad en un terrior único como el que propone la cordillera de los Andes. Y como toda su magnificencia se refleja y singulariza entre los vinos del mundo: Chile.
Chile es considerado uno de los países vitivinicultores más importantes del nuevo mundo. Gracias a los efectos del Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes, el clima es bastante suave y las temperaturas rara vez se elevan por encima de los 32 grados, con noches frescas. Además las vides se desarrollan en microclimas limitados por las altas montañas, el hielo y los vientos.
En 1878, en tanto la producción de vino en el mundo era afectada por la filoxera (hongo parasitario que afectó sensiblemente los viñedos de la mayor parte del mundo), el aislamiento natural en el que se desarrolla la vitivinicultura en los Andes impidió el avance de la misma en Chile. Y fue así que luego, gracias a la repatriación a Europa de cepas como Pinot, Chardonnay, y Cabernet Sauvignon, que habían sido introducidas por los jesuitas y franciscanos en el territorio chileno en el siglo XVI, se pudo recuperar la producción mundial.
La producción de vino en Chile se desarrolla principalmente en los valles que se extienden desde Valparaíso a la region de Bío-Bío. Las variedades de uvas blancas que crecen principalmente en el país son Chardonnay, Sauvignon Blanc y Sauvignon Vert, también conocidas por el nombre de Sauvignonnasse, mientras que las uvas rojas incluyen Cabernet Sauvignon, Carmenère, Merlot y País.
El área más famosa e importante de Chile en cuanto al vino es sin duda el Valle del Maipo, cerca de Santiago, una de las regiones vitivinícolas más antiguas del país. Otra área que recientemente se está valorizando es el Valle de Casablanca, cerca del Océano Pacífico. Esta zona es considerada como una de las áreas del país donde en el futuro se conseguirán excelentes etiquetas, en particular de vinos blancos elaborados con Chardonnay y Sauvignon Blanc.
Al norte del Valle de Casablanca se encuentra el Valle de Aconcagua, el que se caracteriza por un clima compuesto por temperaturas más elevadas, apto para la producción de Merlot y Cabernet Sauvignon. Uno de los aspectos positivos de la viticultura chilena es la gran disponibilidad de agua, en la práctica se está derritiendo la nieve de los picos de los Andes y luego se descarga en el Océano Pacífico, siendo un valioso recurso para el riego de los viñedos.
Chile, además se identifica por la producción del Carmenère, un pariente del Cabernet, originario de la zona de Burdeos. El Carmenère tiene un hermoso color rojo profundo con un fuerte aroma de frutas rojas y especias. Es un vino de taninos muy suaves, aún más que su hermano Cabernet. Los vinos producidos en las mejores zonas adquieren complejidad, presentando notas de chocolate, cuero y un sabor ahumado.
La importancia de la vitivinicultura en Chile permite que exista no solo un amplio abanico de cepas y terroirs, sino también calidad en las plumas que describen el vino: “Néctar de los dioses, consuelo de los mortales, el vino es un maravilloso brebaje que tiene el poder de alejar las preocupaciones y darnos, aunque sea por un instante, la visión del Paraíso”. Isabel Allende.