Una propuesta más que accesible para disfrutar con todos los sentidos.
Apenas unos kilómetros separan la finca de Pueblo Garzón, la mañana se presenta aún fría pero el sol invernal nos augura una excelente jornada por delante. El predio tiene ese silencio y paz que los que venimos de ciudad disfrutamos doblemente.
De a poco empiezan a llegar los visitantes, muchos del exterior, para el clásico programa Sabores de campo, un fugaz encuentro con las tradiciones bajo la fórmula infalible: día de campo con asado entre viñedos, olivares y aire puro. Una buena alternativa para los que están planificando hacer algo diferente en esta primavera que se aproxima.
En Bodega Garzón está todo muy organizado, una propuesta muy similar a la que ofrecen muchas bodegas abiertas al turismo y que hacen del enoturismo un caballito de batalla, pero aquí todo tiene un valor diferencial. El visitante es recibido en la planta boutique por un guía idóneo que será quien nos acompañará en toda la experiencia.
La bienvenida oficial es en la sala de micro cine, con una capacidad para 40 personas, donde se proyecta una película sobre el origen del aceite de oliva y su trayectoria hasta nuestros días. Para luego visitar el interior de la planta, mientras aprendemos el proceso de elaboración de aceite de oliva acompañada esta explicación con audiovisuales, ya que la época de cosecha coincide con el otoño.
El sol le otorga al paisaje una luz particular, es hora de realizar un paseo entre olivares, almendros en flor, para luego recorrer los viñedos que ya fueron podados a la espera del comienzo de la brotación, para luego llegar hasta los molinos de viento de Colinas de Garzón. El paseo tiene un encanto a descubrir a cada paso. Al llegar a nuestro final de camino, un carro abierto nos espera para llevarnos hasta el espacio diseñado para disfrutar del almuerzo.
El paseo con el vehículo nos permite tomar fotografías con una vista panorámica más abarcativa. Finalmente llegamos al lugar elegido para el almuerzo, una zona más alta con una vista hacia los viñedos que nos invita al relax. Un gran salón comedor al aire libre se presenta delante de nuestros ojos. Las mesas, las sillas, la vajilla, toda una decoración muy estética, elegante y cuidada, pero que a la vez nos invita a descontracturarnos y disfrutar de la experiencia. Copa en mano con un delicioso Tannat de Bodega Garzón, nuestros ojos no dejan de sumar bellas imágenes para completar nuestro recorrido.
Un guiño anuncia que la comida está lista. El asador nos ofrece variadas alternativas de cortes de carne vacuna, como picaña y vacío, acompañadas por vegetales asados a las brasas. Mientras se almuerza se disfruta de un entorno único con vistas hacia los viñedos. El servicio continua con cortes de carne porcina maridados con la cepa emblemática, el Tannat. ¿Por qué será que aquí el vino sabe más sabroso?
En este ambiente transcurre el almuerzo, sin apuros, sin agujas que aceleren las horas. Así mientras se goza el entorno, llega el servicio de postres, sin lugar a dudas, el más elegido es el flan con dulce de leche. Placer que atrae tanto a locales como a extranjeros.
Al finalizar el postre, el carro tirado por un tractor, nos espera para realizar el último paseo y dejarnos en el punto de partida para poder alargar la estadía y aguardar la caída del sol, copa en mano.